
Corrían los años más oscuros de la Guerra Civil Española en Fontecha, un pequeño pueblo alavés en zona nacional, al que había llegado un guerrillero italiano llamado Antonello Favro.
En aquellos tiempos lúgubres, más allá de batallar o esconderse del bando contrario, poco más había que hacer. Fue entonces cuando aquel combatiente enseñó a uno de los vecinos de la localidad, Tomás Ortiz de Urbina, poseedor de un alambique destilador, cómo se hacía vodka de patata en los campos piamonteses de Turín.
Aprovecharon las patatas abundantes en la zona y comenzó una producción casera que continuó para consumo personal tras la guerra y que ha conseguido llegar hasta nuestros días para convertirse en un vodka artesanal comercial.
Carlos Ortiz de Zárate, maestro destilador de Basque Moonshiners y heredero del legado destilador de su abuelo, es el encargado de darle forma siguiendo aquella vieja receta ahora perfeccionada; el resultado se llama Basmoon Vodka.
La elaboración comienza con el tubérculo siendo triturado en un molino para conseguir una pasta, una especie de puré de patata que pasa por un baño maría, un proceso de sacarificación y una posterior fermentación con levadura.
Tras una semana de reposo, la masa se somete a una quíntuple destilación con la que alcanza una concentración del 96 % de alcohol y doce filtrados hasta eliminar la más mínima partícula en suspensión. Después, solamente queda rebajar el espíritu hasta los 41,5 grados alcohólicos que posee el vodka para su venta y embotellarlo.
En su primer año la destilería vitoriana, que se encarga al completo del proceso de elaboración, comercializará un total de 15.000 botellas de Basmoon Vodka.