
El vodka, la bebida nacional rusa por antonomasia, forma parte de la sociedad del país desde tiempos inmemoriales y está presente en las mesas de las familias rusas casi como el agua.
El destilado, desgraciadamente, es también el causante de que el alcoholismo sea uno de los mayores problemas sanitarios de Rusia con consumos desorbitados, llegando a picos de 14 litros anuales por persona en los ochenta por ejemplo, o de que un cuarto de los varones rusos mueran antes de alcanzar los 55 años por estos abusos etílicos según un estudio publicado hace dos años.
Para atajar estos y otros tantos problemas derivados del consumo de vodka los gobiernos rusos, desde la época de la I Guerra Mundial, han aplicado restricciones al consumo, han controlado los precios de distintos modos e incluso han llegado a prohibirlo totalmente, pero nada ha servido. En la actualidad, concretamente desde el último lustro, la administración del país fija un precio mínimo garantizado del vodka para, por un lado, hacer accesible la bebida a todas las capas de la sociedad, y por otro, controlar indirectamente el consumo.
Estos últimos meses, con la preocupante devaluación del rublo y la desbocada inflación, desde la Administración Presidencial encabezada por el presidente Vladímir Putin se ha querido revertir la subida de precio producida durante el año pasado como contamos en es.Vodkas.net para fijar el precio de la botella de medio litro en 185 rublos en lugar de los 220 actuales.
¿El objetivo? Evitar que una población acostumbrada a beber recurra ante los precios altos, como en otras épocas, a alcoholes medicinales no aptos para el consumo, vodkas producidos de forma casera con escasas garantías y una nula legalidad o directamente colonias y limpiacristales. En definitiva, evitar que el remedio sea peor que la enfermedad. La medida entrará en vigor el primero de febrero.